sábado, 20 de noviembre de 2010

El Nacimiento de la filosofía


La filosofía occidental nació bajo el cielo azul del Egeo. Los siglos VII y VIII a. C. fueron años agitados y de rápida expansión económica del Mediterráneo oriental. Los griegos de las islas Jonias que residían en la costa de Turquía, mantenían una próspera relación comercial con Egipto, Babilonia y Lidia. El dinero una invención lidia, fue introducido en Europa a través del Egeo, aproximadamente en el 625 a. C., y estimuló enormemente el comercio y como consecuencia, mientras unos acumulaban grandes riquezas, otros, sólo obtenían miseria y esclavitud. Los primeros filósofos griegos representan el verdadero punto de partida de la filosofía. El primer intento de luchar y liberarse de los antiguos límites de la superstición y el mito, de prescindir de dioses y divinidades, por primera vez el ser humano se enfrentaba cara a cara con la naturaleza. La revolución económica provocó nuevas contradicciones sociales. El colapso de la vieja sociedad patriarcal provocó el choque entre ricos y pobres.

La vieja aristocracia se enfrentó al descontento de las masas y a la oposición de los tiranos, a menudo, eran los propios nobles disidentes siempre dispuestos a ponerse a la cabeza de las insurrecciones populares. Fue un período de gran inestabilidad, en el que hombres y mujeres empezaron a poner en tela de juicio las viejas creencias.


El siguiente pasaje describe la situación en Atenas en aquella época: “En los años malos (los campesinos) tenían que pedir prestado a sus ricos vecinos; con la aparición del dinero en vez de pedir prestado un saco de grano, al viejo estilo de buena vecindad, tenían que pedir prestado el grano necesario antes de la cosecha, cuando aún estaba barato, sino tendrían que pagar elevados intereses, lo que provocó una gran indignación en Megara. En el año 600, mientras los ricos exportaban a los mercados del Egeo o Corinto, los pobres permanecían hambrientos. Muchos, demasiados, perdían su tierra o se empeñaban como prenda de sus deudas, e incluso perdían su libertad; al acreedor, como último recurso ante al deudor insolvente le quedaba la posibilidad de entregarse él y su familia como esclavos... La ley era muy severa, era la ley del rico”. (A. R. Burn; The Pelican History of Greece, p. 119).

Draco recopiló estas leyes en un código, de ahí procede la expresión “condiciones draconianas”. El siglo VI a. C. fue un período turbulento y también el del declive de las repúblicas Jonias de Asia Menor, un siglo caracterizado por la crisis social y por una feroz lucha de clases entre ricos y pobres, entre dominadores y esclavos. “En Mileto”, escribe Rostovtzeff, “el pueblo resultó primero victorioso, asesinando a las esposas e hijos de los aristócratas; después dominaron los aristócratas que quemaron vivos a sus enemigos y alumbraron las plazas de la ciudad con antorchas vivientes”. (Citado por Bertrand Russel, Historia de la filosofía occidental. Madrid. Editorial Espasa, 1997. p. 62).

En aquella época, estas condiciones sociales eran las normales en la mayoría de las ciudades griegas de Asia Menor. Los héroes de esa época nada tenían en común con la idea posterior del filósofo, aislado del resto de la humanidad en su torre de marfil. Estos “hombres sabios” no eran sólo pensadores, eran escritores, no sólo eran teóricos, eran también hombres prácticos. Del primero de ellos, Tales de Mileto (640-546 a. C.), no sabemos prácticamente nada, salvo que fue al final de su vida cuando se aproximó a la filosofía, se dedicó al comercio, a la ingeniería, a la geometría y a la astronomía (se dice que predijo un eclipse, que según los astrónomos ocurrió en el año 585 a. C.).

No se puede negar que los primeros filósofos griegos eran materialistas. Dieron la espalda a la mitología, se dedicaron a buscar el principio general del funcionamiento de la naturaleza, a partir de la observación de la propia naturaleza. Los griegos posteriores les llamaron hilozoístas, que se podría traducir por: los que piensan que la materia está animada. Esta concepción de la materia en movimiento es sorprendentemente moderna y muy superior a la concepción de los físicos mecanicistas del siglo XVIII. Debido a la ausencia de modernos instrumentos científicos, con frecuencia sus teorías tuvieron el carácter de inspiradas conjeturas. A pesar de todo, teniendo en cuenta la ausencia de recursos, es realmente asombroso lo que llegaron a aproximarse a la comprensión del auténtico funcionamiento de la naturaleza. El filósofo Anaximandro (610-545 a. C.), afirmó que tanto el hombre como el resto de los demás animales habían evolucionado de un pez que abandonó el agua para salir a la tierra.

Sería un error pensar que estos filósofos eran religiosos porque utilizas en la palabra “dios” (theos) para referirse a la sustancia primaria. J. Burnet dice que esta palabra era similar a los antiguos epítetos homéricos: “eterno”, “inmortal”, etc. Incluso Homero, utiliza la palabra en diferentes sentidos. Desde Hesiodo a la teogenia está claro que muchos de los “dioses” nunca fueron adorados, eran meras personificaciones apropiadas para los fenómenos naturales o incluso para las pasiones humanas. Las religiones primitivas miraban al cielo como algo divino y lo separaban de la tierra. Los filósofos jonios rompieron radicalmente con esta concepción. Se basaron en la multitud de descubrimientos de la cosmología babilónica y egipcia, rechazaron el elemento mítico que confundía la astronomía con la astrología.

La tendencia general de la filosofía griega antes de Sócrates era la búsqueda de los principios fundamentales de la naturaleza: “La naturaleza es lo que está más cerca de nosotros, se encuentra más cerca del ojo, es lo más palpable, es lo que primero que atrae el espíritu de investigación. En sus distintas formas, en su multiplicidad, el pensamiento debe encontrar el inicio de un principio fundamental permanente. ¿Cuál es este principio? ¿Cuál es exactamente el elemento básico natural?”. (Schwgler, History of Philosophy. En la edición inglesa). Los filósofos dieron explicaciones diferentes a esta cuestión. Por ejemplo, Tales sostenía que la base de todas las cosas era el agua, esta afirmación fue un gran paso adelante del pensamiento humano. Ya hacía tiempo que los babilonios anticiparon la idea de que todas las cosas procedían del agua. Su mito de la creación fue el modelo que siguió la historia de la creación hebrea del primer libro del Génesis. “Todas las tierras eran mar hasta que Marduk, el creador babilonio, separó la tierra del mar”. La diferencia es que no hay Marduk, ni creador divino externo a la naturaleza, por primera vez se explica la naturaleza en términos puramente materialistas, es decir, en términos de la propia naturaleza.

La idea de la naturaleza reducida al agua no es tan inverosímil como podría parecer. Aparte de que la gran mayoría de la superficie de la tierra está formada por agua, los jonios se dieron cuenta que el agua es algo esencial para todas las formas de vida. La mayor parte del volumen de nuestro cuerpo es agua, moriríamos rápidamente si nos privamos de ella. Además el agua cambia de forma, pasa de líquido a sólido o vapor. “No es difícil suponer que los fenómenos meteorológicos influyeron en Tales a la hora de formular sus teorías. De todas las cosas que conocemos, el agua es la que parece tener las formas más variadas. Nos son familiares sus formas, sólido, líquido y vapor. Tales pudo haberse dado cuenta de ello observando como ante sus ojos el agua regresaba de nuevo al agua. La evaporación sugiere de manera natural que el fuego de los cuerpos celestiales se conserva gracias a la humedad que extraen del mar. El agua cae de nuevo en forma de lluvia, y al final, como pensaban los primeros cosmólogos, regresa a la tierra. Este proceso era algo natural para aquellos hombres familiarizados con los ríos de Egipto que formaban el Delta, y los torrentes de Asia Menor que bajaban por los largos depósitos aluviales”. (O. J. Burnet; Los primeros filósofos griegos).

Nombre:
Ricardo Diaz
Asignatura:
Electronica del Estado Solido
Fuentes:

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