domingo, 28 de noviembre de 2010

Filosofía Moderna



La filosofía, como la vida, es un proceso de reexamen perpetuo, pues la filosofía es una peculiar destilación de una parte consciente de nuestra vida. Es una parte inmensamente importante de la imagen de nosotros mismos, imagen que vamos formando en interacción con el mundo externo, con nuestra historia pasada, con nuestros sueños futuros. Sin filosofía, no tenemos ancla, ni dirección, ni sentido del significado de la vida. Cada época y cada sociedad se basa en algunas creencias y supuestos fundamentales, los que son vividos como si fueran la verdad. Justifican las demás cosas que se desprenden de ellos, pero ellos mismos se aceptan en un acto de fe. Un cambio de filosofía es un cambio de los cánones aceptados de fe, ya sea que esta fe tenga un carácter religioso o secular. E inversamente, cuando un pueblo, una sociedad o una civilización determinada esta quebrada y desalentada, exige una fresca reformulación del pensamiento, en verdad más a menudo de lo que exige una nueva base filosófica.

Sería un lugar común repetir que nuestra civilización perdió su fe, su confianza y su dirección, y que necesita una nueva base filosófica para salir de su actual pantano. Sería un lugar común repetir que la filosofía del pasado, incluida la filosofía anglosajona analíticamente orientada del siglo XX, surgió como resultado de una destilación especifica de la mentalidad occidental del siglo XX, y que como tal no sólo fue justificable sino quizás hasta inevitable. Nuevamente, sería un lugar común hacer la observación de que cuando la sociedad y la civilización toman un nuevo cariz, la filosofía debe reexaminar sus posiciones, sacudirse el polvo de sus dogmas y estar preparada para dejarse impregnar por nuevas ideas y una nueva vitalidad. Sin embargo, no se puede efectuar tal proceso de radical reformulación intelectual sin cierta resistencia y cierto dolor; pues todos nosotros estamos gustosamente adheridos a nuestros dogmas y a nuestros hábitos mentales, aun los que somos filósofos.

Recuérdese que la nuestra es la era de la especialización. ¿Y qué se espera de un especialista? Que sepa bien una cosa-aun a costa de que sea un ignorante en muchas otras cosas-, que taladre concienzudamente en su única cosa, y que esté orgulloso de ser un técnico estrecho. En el ciclo en que el último dios es un técnico, todos los dios es menores también son técnicos.

En la medida que los filósofos actuales pueden cumplir con el reto de la era técnica y exhibir sus proezas como técnicos virtuosos, ellos resultan admirables-pues, en una era técnica, los aplausos los recoge el virtuosismo técnico. En la medida que ellos debieron renunciar a una parte de la gran tradición filosófica y estrechar drásticamente el campo y la naturaleza de sus problemas para alcanzar ese virtuosismo, decepcionaron.

Pero quizás estos filósofos no sean culpables; no enteramente en todo caso. Son simples seguidores del zeitgeist. La totalidad de la civilización se ha revolcado patas para arriba en su deleite gozoso por la especialización. Somos una civilización esquizofrénica que en su alucinación se engaña a sí misma con que es la mas grande de todas las que existieron, mientras que sus gentes se arrastran como aparecidos que encarnan la miseria y la ansiedad. Nuestra filosofía y nuestros conocimientos sólo ensanchan la brecha entre la vida y el pensamiento. El profético clamor de T. S. Eliot: ''¿Dónde está la vida que perdimos al vivir? ¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que perdimos en la información?" repiquetea hoy mas verdadero que nunca.

Los filósofos prosperan en los desafíos, pues toda nueva filosofía es un desafío par excellence lanzado a los límites de nuestra comprensión del mundo. Ahora nos encontramos en otro período de fermento y agitación en el cual debemos desafiar los límites de nuestra compresión del mundo analítica y empirista al tiempo que debemos elaborar un nuevo encuadre conceptual y filosófico en el que pueda enmarcarse una multitud de nuevos problemas sociales, éticos, ecológicos, epistemológicos y ontológicos. Casi todos sienten la necesidad de un nuevo encuadre filosófico. Sería lamentable que justamente los filósofos profesionales estén entre los últimos que reconozcan esto. Pero siento que muchos de ellos están, diligentemente, buscando a tientas nuevas ópticas. La filosofía es una gran ocupación, que tiene un gran pasado y un gran futuro. Su decaído estado actual es una aberración y un insulto a su herencia.



Martin Heidegger cierta vez observó que ya casi no se escriben libros de metafísica. La metafísica, y en alguna medida toda la filosofía, es una respuesta al desafío de la vida, al desafío de los problemas reales que se nos imponen con fuerza irresistible. La metafísica genuina de un determinado período significa la reformulación en profundidad y de nuevo de los problemas del hombre y del mundo en ese determinado momento. En este sentido, la ecofilosofía intenta ser una nueva metafísica para nuestros tiempos. Y en este sentido los diversos tratados de metafísica que analizan sólo la estructura lógica de las proposiciones, o tratan de inyectar a la fuerza diversos niveles de ser en compartimientos semánticos premoldeados, no están más que tratando de cazar la sombra de un mundo que se está desvaneciendo.

Cuando Wittgenstein propuso su atomismo lógico, éste constituía una genuina metafísica porque tenía su origen en un problema real y muy echado en cara: volver a establecer cimientos sólidos y coherentes para la matemática. Se pensó que era absolutamente vital que al menos la matemática estuviera firmemente anclada. Existía la esperanza de que la matemática, por medio de la lógica, suministraría fundamentos seguros para todas las demás ramas del conocimiento. Por otra parte, en ese momento la nueva lógica matemática - que más tarde fue ingeniosamente usada como sostén conceptual del atomismo lógico - prometía terminar con el caos en filosofía y prometía también establecer un sistema filosófico científico muy superior a todo cuanto nunca hubiera existido. Por lo tanto, dada la situación del conocimiento del momento, y dadas las aspiraciones de la época creía en la solución mediante la ciencia, la lógica y el progreso tecnológico, y que realmente deseaba la salvación en estos términos (nunca se deben dejar de tomar en cuenta las aspiraciones de la época así como los anhelos no explicitados que impulsan a pensadores y filósofos a moverse siguiendo trayectorias especificas), el atomismo lógico era una empresa. justificable; valiente e ingeniosa. Además, dado el estado de los conocimientos y el estado de las mentes en los años 20, Der logische Aufbau der Welt (''La estructura lógica del mundo''), de Carnap, todavía era una propuesta metafísica legítima, aun cuando estaba reventando sus costuras porque intentaba hilvanar juntas, en un bordado demasiado primoroso, demasiadas cosas. Tal vez Orman Var Quine haya sido el último metafísico de la época que buscaba con avidez la resolución de nuestros mayores problemas mediante las estructuras lógicas. Todo lo que viene después de Quine, o sea, las diversas concepciones de la metafísica concebidas como sistemas lógicos, son puros epígonos. Actualmente, ni la situación de los conocimientos ni las aspiraciones de la época se parecen remotamente a las de los años 20 y 30.

Rindamos homenaje a lo que merece homenaje. La filosofía analítica hizo mucho para liberarnos del hechizo del lenguaje. Y Wittgenstein por cierto merece ser aclamado como el hombre que hizo más que nadie para liberarnos de ese hechizo. Pero reconozcamos que la filosofía de Wittgenstein tiene sus propios limites, que ya pasaron más de 40 años desde que concibió y escribió sus Investigaciones filosóficas, y que desde entonces llegamos a damos cuenta que las Investigaciones no son la última palabra de los problemas filosóficos. No hay duda de que nuestra perspectiva varió durante los últimos diez o quince años. Hasta el punto de que volvimos a damos cuenta que los problemas filosóficos emergentes no son nunca de naturaleza lingüística analítica. Son parte de nuevas formas vitales que emergen, y como tales exigen ajustes en nuestra ontología y epistemología, además de un nuevo aparato conceptual y lingüístico. En la actualidad, estamos una vez más empezando a dejarnos impregnar por los problemas del "mundo real". Está en marcha la revisión de toda la tradición wittgensteniana y analítica. Ahora, al ser conceptualmente potentes y lingüísticamente hábiles (pues esto es lo mejor con que nos ha equipado la filosofía analítica), podemos seguir divirtiéndonos con juegos semánticos, y por cierto podemos resguardamos de aquellos que tratan de romper nuestros capullos de seda lingüísticos; pero no serviría de nada. Pues la realidad es que actualmente la mayoría de los filósofos sabe en lo más íntimo que se acerca una nueva era de la filosofía; que el mundo espera que los filósofos presten atención a los nuevos problemas filosóficos de nuestros tiempos; que el idioma lingüístico-analítico rinde elegantes resultados, pero es de alcance limitado, que hemos sido hechizados por Wittgenstein, y esto es irónico, porque él nos advirtió que no nos dejemos hechizar ni por el lenguaje ni por conjunto alguno de proposiciones de ningún filósofo en particular.

En los últimos años de su vida, el biólogo C. H. Waddington, mientras estaba reformulando los dilemas del conocimiento biológico actual, que consideraba eran los dilemas de la totalidad de nuestro conocimiento actual, despotricaba contra la filosofía y los filósofos por habernos llevado por el camino equivocado. Alegaba (como lo hicieron otros) que la filosofía tomó un giro equivocado a principios de siglo. En vez haber seguido a Whitehead y su filosofía holística y organicista, siguió a Bertrand Russell y su filosofía atomista y lógica. El consejo de Waddington era: "Volvamos a whitehead", lo que es conveniente. Sin embargo, su diagnosis del pasado está preñada de dificultades. Pues me parece que, si tomamos en cuenta la totalidad del impulso de la época - su fe en el progreso, en la exactitud, en la ciencia, y, sobre todo, dada la potencia conceptual de las herramientas de la lógica matemática (con su precisión, su tersura, su elegancia y su finalidad), la búsqueda de soluciones mediante la lógica era demasiado irresistible como para que nos permitiésemos seguir a Whitehead con anterioridad.

Pero ahora todo es distinto. El atomismo lógico, el positivismo lógico, el sueño de un sistema científico de filosofía y la salvación vía higiene lingüística no son más que historia. La realidad actual muestra un mundo en que el conocimiento científico está tambaleando, un mundo en que los conceptos de la naturaleza de la ecología exigen redefiniciones conceptuales porque se han convertido en los principales problemas filosóficos. Este es un mundo con angustias sociales e individuales sin precedentes, angustias que, paradójicamente, han sido provocadas por una tecnología aparentemente benigna que se tornó nuestra muleta, hasta el punto que somos incapaces de pensar y actuar por nosotros mismos, creándose así otro problema filosófico en boga.

La vida está en continuo desenvolvimiento. El mundo está en continuo cambio. Y nosotros estamos en continua reflexión. Comprender las formas cambiantes del universo constituye nuestro apremio y nuestra necesidad.

Al bosquejar el alcance de lo que yo denomino ecofilosofía, abogaré por una nueva filosofía que en realidad apunta a un retorno a la gran tradición filosófica - la tradición que carga sobre sus espaldas grandes esfuerzos e intentos de ser culturalmente significativa. Desde el momento que quiero ir más allá de los cánones y preceptos de la filosofía actual, no puedo dejarme limitar por sus criterios de validez. La ecofilosofía que aquí estoy presentando se ofrece como un desafío. Ella posee suficientes problemas de significación como para hacer que los filósofos (y no sólo los filósofos) reflexionen, sopesen, reexaminen, propongan nuevas intuiciones y verdades. Más allá de combates creativos y encuentros bulliciosos, están naciendo nuevas verdades; entretanto, la regurgitación de viejas verdades, se trate de la filosofía hegeliana o analítica, sólo podrá producir el embotamiento profundo de las mentes. Es indicio de una mente iluminada aceptar la concisión del desafío con la ecuanimidad de espíritu y la generosidad de corazón características de los verdaderos buscadores de nuevos horizontes filosóficos. Desearía que los principios de la ecofilosofía fueran recibidos con este espíritu. Quisiera agregar una aclaración terminológica. Cuando digo "filosofía actual" me estoy refiriendo principalmente a la actual filosofía occidental de alcurnia empirista, analítica y científica, pues esta es la filosofía que no sólo domina las universidades anglosajonas sino que, indirectamente, se ha convertido en la filosofía aceptada en todo el mundo. Cuando los países árabes hablan de progreso (o cuando un jeque árabe compra un Mercedes Benz, que de eso se trata), cuando la gente habla de revolución verde o de impartir educación a los analfabetos de los países del Tercer Mundo, todo ello se expresa y se hace dentro del contexto implícito de la filosofía influida por el empirismo y el mecanicismo analítico occidental. Todas las principales transacciones económicas mundiales tienen el aval de nuestra filosofía occidental (empirista y positivista).

Sé que existen diferencias entre el atomismo y la fenomenología de Husserl, entre la filosofía del último Wittgenstein y el existencialismo de Sartre (todos ellos productos occidentales). Pero también sé que la fenomenología y el existencialismo han tenido poca influencia y le han hecho poco daño al mundo y a los individuos que adhieren a sus principios, mientras que la filosofía positivista empíricamente orientada, especialmente la que se desarrolló en los países anglosajones, suministra la justificación filosófica al paradigma despiadado, explotador, mecanicista que ha lanzado la orden de degüello contra la ecología del planeta, contra las naciones del Tercer Mundo y contra los mismos individuos que trataron de vivir sus vidas a imagen y semejanza de las máquinas. Y es contra esta versión de la filosofía actual que se levanta la ecofilosofía y para la cual trata de ofrecer una alternativa.

También sé que quizás ninguno de los filósofos analíticos actuales se reconoce en mi reconstrucción. No estoy analizando ningún filósofo en particular ni ningún conjunto de filósofos, sino la esencia y, sobre todo, las consecuencias, de todo el modo de pensamiento filosófico de una época determinada. Más que nada, estoy investigando cuáles son los cambios que se deben hacer en ese modo de pensamiento para lograr que la filosofía sea una verdadera herramienta de sostén en nuestra búsqueda de un vivir con sentido.

Precisamente ese modo de pensar simplista, lineal, atomicista, determinista - para abreviar, científico -, que corta todo en pedacitos y luego embute la variedad de la vida en casilleros de conocimiento físico, es lo que yo considero enfermo, pues en última instancia produce consecuencias enfermas. Por lo tanto, cuando digo que al inventar nuevas tácticas de vida necesitaremos repensar nuestras relaciones con el mundo en su conjunto, lo que quiero significar expresamente es que necesitamos abandonar la concepción mecanicista del mundo y reemplazarla por otra mucho más rica y amplia. La ecofilosofía trata de suministrar los rudimentos de esta concepción alternativa.

¿Qué es la ecofilosofía? ¿En qué difiere de la filosofía actual? Distinguiré doce de sus características y las compraré con las características correspondientes de la filosofía actual. Para que el contraste sea más notable, empezaré presentando dos diagramas, uno de la ecofilosofía y otro de la filosofía actual, los que articularé en detalle a medida que avancemos.

Las características de la ecofilosofía

I. La ecofilosofía está orientada hacia la vida: en contraposición con la filosofía actual, que está orientada hacia el lenguaje. La vida no es un cáncer terminal, como sostienen ciertos practicantes de la medicina, sino un fenómeno positivo con fuerza y belleza propias. Aquellos que no pueden reconocer el vector positivo de la vida ya se han apartado de día y se han dejado arrastrar hacia el abismo.

Nosotros no tenemos que justificar nuestra predilección por la vida, pues ¿qué es más importante que tomarse la vida en serio? indudablemente, el peso de la prueba recae sobre los filósofos analíticos. Son ellos quienes deben justificar qué utilidad tiene para la vida su filosofía. Nosotros tratamos de no preocuparnos por ello ni les solicitamos que den alguna vulgar justificación pragmática de la filosofía, ni se les dice: "muéstrenme cómo afectan mi vida sus enseñanzas o sino les pego un tiro". Pero, a largo plazo, alguna justificación debe darse. Una obvia, que dan los filósofos actuales, es la que consiste en sugerir que la filosofía basada en el lenguaje amplia el alcance de nuestros conocimientos sobre el lenguaje y el mundo, y de tal modo asegura cultura y provee mejores herramientas para vivir. Sin embargo, ese de tal modo constituye un gran salto; se trata en realidad de un articulo de fe, no de una conclusión lógica. Toda la justificación se viene abajo si, y desde el momento que, observamos que, por la influencia de este conocimiento supuestamente superior provisto por la ciencia y la filosofía científicamente orientada, desembocamos en las peores patologías ecológicas, sociales e individuales. El quid de la cuestión es que los filósofos académicos, en su enfrascamiento (o quizá debiéramos decir en su aislamiento), muy a menudo ni siquiera se molestan en dar justificación alguna para su filosofía.

La filosofía está en los programas universitarios. Y para ellos esto ya es suficiente. No obstante, la vida tiene sus propios modos de vengarse.

La filosofía es esencialmente pública y social. Tarde o temprano, la vida, por medio de la sociedad o de algunos individuos impertinentes, preguntará "¿qué estás haciendo, y para qué sirve?" A veces esta pregunta es planteada a los filósofos en forma amable e indirecta, a veces en forma violenta, como ocurrió en 1976 en la Universidad Rockefeller, cuando cuatro distinguidos filósofos fueron baleados. Por consiguiente, no necesitamos justificamos por sostener que queremos una filosofía que mejore la vida, ya que toda filosofía tiene una única justificación, el mejoramiento de la vida. El hecho de que haya una montaña de reflexión analítica para el autorregodeo, y que muchos filósofos estén completamente enterrados bajo esa montaña, no significa nada excepto que existe tal montaña de reflexión analítica. No negaremos que buena dosis de brillantez, ingenuidad y esfuerzo tenaz se ha desplazado hacia esas aventuras analíticas, pero eso no nos impide expresar que buena dosis de todo ello fue energía malgastada debido a que la filosofía se autoencerró en un cul-de-sac hermético.

II. Ecofilosofía significa compromiso con los valores humanos, con la naturaleza, con la vida misma; mientras que la filosofía existente manifiesta su compromiso con la objetividad, con el desapego, con los hechos. Todas las formas vitales están comprometidas. La vida, en tanto fenómeno ontológico, no admite objetividad ni desapego. La objetividad es una ficción de la mente humana; no existe en la naturaleza. Se podría argumentar que la objetividad es un modo de evaluación. En tal caso, podemos decir que esa afirmación no se basa en la realidad física tangible que existe allí afuera, sino que es sólo una disposición de la mente humana. Permítaseme repetir: la objetividad no es un "hecho objetivo" que reside allí afuera. ¿Alguien la ha visto? ¿En un microscopio, o a través de cualquier otro instrumento? Ahora bien, si la objetividad ha de tener su más sólida justificación en la física, entonces sepamos que esta justificación de ningún modo es sólida, no sólo debido al principio de incertidumbre de Heisenberg, sino también porque, a nivel del último análisis, no tenemos manera de validar qué es lo que estamos aprehendiendo mediante nuestras teorías científicas: si lo que existe realmente allí afuera, o el comportamiento de los instrumentos científicos creados a nuestra propia imagen. En otras palabras, en determinado momento del análisis, cuando accedemos al problema de la existencia de las últimas partículas subatómicas, el basamento (objetivo) de la física atómica se desmorona, y tenemos la impresión de encontrarnos en una situación zen. Nosotros co-constituímos la existencia a través de nuestra percepción; el que percibe es inseparable de lo que percibe. (Ver Fritjof Capra, "El Tao de la Física").

El concepto de objetividad esta inseparablemente ligado al boom de las llamadas metodologías, las que, en las diversas disciplinas, no son más que diferentes maneras de interpretar el mismo mito de la objetividad. La proliferación de metodologías es una amenaza. Si bien quisieron ser una ayuda y un remedio, a largo plazo se han convertido en muletas, en substitutos del pensamiento.

Las preguntas fundamentales ''¿Cómo hay que vivir?'', ¿Cómo son la cosas?'', son esencialmente diferentes de la pregunta "¿Cómo hay que?" (hacer las cosas). ''¿Cómo hay que vivir?" pertenece a la esfera de la escatología, lo cual tiene que ver con las metas últimas. Las metodologías, en cambio, poseen una finalidad específica y temporaria, tienen que ver con los cambios específicos de las cosas o con los modos específicos de manipular los conocimientos.

Cuando la escatología se traduce en, y se traiciona por, metodología, la pregunta "cómo hay que vivir" se convierte en la pregunta "cómo hay que hacer cosas". Esta fue una de las tragedias de nuestro tiempo, o sea, que olvidamos que no existe metodología que pueda dar respuesta a la pregunta "¿Cómo hay que vivir?". La ecofilosofía afirma que es pervertir la escatología traducirla en metodología.

Es pervertir el sentido de la vida humana reducirla al consumo y, por ende, a sus aspectos físicos, biológicos y económicos. El sentido último y la completitud los procuran aquellos momentos singulares en que nuestro ser se encuentra en los dominios transfísicos de la contemplación estética: del enamoramiento, de la profunda iluminación que nos hacen captar cómo son las cosas, de las experiencias religiosas y semirreligiosas. Todos éstos son aspectos trascendentales del ser del hombre, y por tanto son transfísicos y transobjetivos. Compasivamente, unimos nuestro propio ser con la corriente más grande de la vida. Ninguna filosofía puede triunfar a largo plazo si no intenta comprender la naturaleza y la vida en términos de compasión. Para decirlo una vez más, la vida es un fenómeno comprometido. Al evitar el compromiso estamos evitando la vida. La filosofía que rehuye la vida y el compromiso con día, es parte del proceso entrópico que conduce a la muerte. El deseo de muerte de nuestra civilización se ha infiltrado en sus edificios filosóficos. La ecofilosofía trata de revertir el proceso.

III- La ecofilosofía está espiritualmente viva: mientras que la mayor parte de la filosofía contemporánea está espiritualmente muerta. Oh, no empiecen con que primero tengo que justificar en términos físicos mi investigación de la espiritualidad. Porque entonces ustedes no entienden nada de espiritualidad. ¿Cómo podría hacer para hablarles sobre la espiritualidad? Es corno si yo dijera: "Admiren la Afrodita de Knidos", y ustedes me preguntaran: "¿De qué tipo de mármol está hecho ese objeto, cuales son sus propiedades, su composición química?". La Afrodita de Knidos, en tanto fenómeno cultural y espiritual, empieza donde termina el mármol en tanto material físico. Del mismo modo: "El mañana y el mañana y el mañana se arrastra a este paso insignificante de día en día hacia la última sílaba del tiempo transcurrido" evidentemente no es expresión de la ignorancia del poeta en el uso del lenguaje (si le hacemos caso a la filosofía semántica, aquí el poeta está mezclando categorías semánticas inapropiadas y antropomorfiza innecesariamente el "mañana"). El concierto para dos violines de Bach está colmado de sonidos. Pero esos sonidos están ordenados en forma diferente a los de la música pop. ¿Tiene para usted alguna importancia esa diferencia? Si no la tiene, vaya y escuche basura sentimental y repetitiva en vez de música clásica. Si la tiene, entonces usted captó lo que significa espiritualidad.

La espiritualidad es algo difícil de captar, difícil de definir, y frecuentemente difícil de defender. Mucha gente debido a su anterior asociación con las religiones institucionalizadas. Por ello me apuro en tranquilizar al lector diciéndole que estoy empleando el vocablo en un sentido emergente absolutamente nuevo y que tiene poco que ver con el espiritualismo, el ocultismo o las connotaciones dadas por las religiones establecidas. La espiritualidad, tal como yo la entiendo, es un estado de la mente - en verdad, un estado del Ser. En este estado del ser experimentamos el mundo como si estuviera dotado de gracia, porque somos nosotros mismos los que en tales momentos estamos dotados de gracia. Experimentamos el mundo como un lugar misterioso, elevado, donde estar. Experimentamos el mundo en sus aspectos transfísicos y trascendentes. La primera experiencia espiritual fue aquel primer acto de temor reverencial, cuando el hombre quedó impactado por la belleza y el misterio de la naturaleza. Las religiones tradicionales sin duda incorporan esta forma de experiencia, pero de ningún modo la agotan. Todo gran arte, en su creación y en su recepción, es expresión viva de la espiritualidad humana. La reverencia y la compasión, el amor y la adoración ejemplifican distintas formas de espiritualidad. La contemplación de la gran poesía es una experiencia espiritual par excellence.

Con el fin de trascender su universo meramente biológico, el hombre debió refinar la estructura de su experiencia, su habilidad para dar respuesta a fenómenos cada vez más sutiles, su capacidad para experimentar el mundo a través de su inteligencia activa y de sus sensibilidades progresivamente versátiles. Desde el momento que la evolución alcanzó el nivel cultural, todo acto de percepción y comprensión es un acto de sutil transformación del mundo. La espiritualidad consiste en hacer transfísico lo físico. El mundo experimentado espiritualmente es un mundo en que se magnifica el proceso de transformación activa por medio de la inteligencia y las sensibilidades.

La espiritualidad es, en síntesis, una estructura omniabarcadora para generar nuestra experiencia transfísica - casi un instrumento que le permite al hombre refinarse más y más. Entonces, por una parte, la espiritualidad es un estado del ser - una experiencia peculiar de los agentes humanos que los hace maravillarse ante la gloria de ser humano, o los hace postrarse con compasión o angustia ante otros seres humanos. Por otra parte, vista en la escala evolutiva, la espiritualidad es sinónimo de la propia humanidad, esto es, cuando se la concibe como un medio para humanizar al mono desnudo.

Debe observarse que la concepción de espiritualidad que he esbozado (aunque independiente de las religiones tradicionales y tratada como un fenómeno natural - un atributo de la existencia humana) no excluye el reconocimiento de la santidad, lo sagrado, la deidad o la divinidad como encarnaciones específicas de la espiritualidad. Porque al irse haciendo un ser transbiológico, el hombre necesitó imágenes y símbolos con los que pudieran vestirse sus sueños y sus deseos. Una vez que tales imágenes y símbolos fueron deificados e institucionalizados en diversas religiones, su presencia - ayudó al hombre a emprender una travesía espiritual más amplia. Contemplando la totalidad de nuestra herencia cultural y espiritual, puede decirse ciertamente que la existencia de lo sagrado y lo divino no ha sido espuria ni circunstancial, sino absolutamente esencial para la construcción del hombre como ser trascendente.

La ecofilosofía está espiritualmente viva, pues día se dedica a las últimas extensiones del fenómeno humano, y estas extensiones estudian la vida del espíritu, sin el cual no somos mucho más que chimpancés saltando de árbol en árbol. La mayor parte de la filosofía actual está espiritualmente muerta, pues se dedica a los problemas y campos de estudio que excluyen sistemáticamente la vida del espíritu. El lenguaje de la filosofía actual, sus conceptos y sus criterios de validez son tales que, por necesidad, deben dictaminar como inválidas e incoherentes las cuestiones relacionadas con la espiritualidad.

Inquirir por la condición del hombre conduce, inexorablemente, a la conclusión de que la búsqueda esencial del hombre es la del sentido. Esta búsqueda del sentido, ya sea a través de las culturas y religiones tradicionales o a través de la ciencia moderna, constituye una búsqueda espiritual; tiene que ver con la comprensión de cómo son las cosas. Por lo tanto, la naturaleza esencial del hombre es tratar de aprehender las estrellas, aun cuando sólo trate de comprender dónde apoya sus pies. Pretender que tales cuestiones últimas residen en el dominio privado de cada individuo es ceder el dominio público a la codicia, la rapacidad, la explotación. Las grandes culturas y las grandes civilizaciones fueron más sabias al respecto. Algunos filósofos quisieran afirmar que el compromiso con tales cuestiones espirituales, tan importantes como son, no constituye la ocupación del filósofo profesional. Yo quisiera afirmar que ellos están equivocados. La filosofía no se tiene que ocupar en cuestiones pequeñas e insignificantes. Tiene una impresionante trayectoria de ocuparse en cuestiones grandes e importantes. La ecofilosofía tiene el coraje de volver a esas cuestiones importantes.

IV- La ecofilosofía es comprehensiva y holística: mientras que la filosofía actual divide en pedacitos y analiza. La ecofilosofía es comprehensiva, abarcadora, no porque confíe poco críticamente en que puede aprehenderlo y explicarlo todo. Muy por el contrario. Es comprehensiva por necesidad, como resultado de habernos dado cuenta que no tenemos otra alternativa que abordar el mundo de un modo comprehensivo, conectivo y holístico. Buckminster Fuller decía que si la naturaleza hubiese querido que fuésemos especialistas, nos hubiese equipado con un microscopio en un ojo y un telescopio en el otro.

El modo atomístico y analítico de ver las cosas es un modo en el que, casi por necesidad, domina lo trivial, lo fácil, lo obvio y lo físico. La contextura última de la vida requiere un acercamiento (approach) que proponga una diversidad de niveles de profundidad, que suponga que existen cosas que desafían el análisis fácil (el análisis es, en cierto sentido, siempre fácil, pues da por sentado que las cosas deben adaptarse a los instrumentos con que las abordamos), y que también reconozca que éstas son las cosas que en última instancia importan. Toda la escatología es no analítica.

La ecofilosofía, entendida como holística y comprehensiva, constituye una filosofía metódica que es integrativa, jerárquica y normativa - autorrealizadora con respecto al individuo, y simbiótica con respecto al cosmos.

Una de las cuestiones mas delicadas del conocimiento y la filosofía es aquella de la verdad. La ecofilosofía cree que la verdad es un asunto muchísimo mas intrincado que el simple encontrar una descripción adecuada de los hechos dentro del marco de referencia esbozado por el conocimiento físico. Nosotros reconocemos que la verdad consiste en una correspondencia entre la realidad y su descripción. La noción de realidad no puede ser agotada únicamente por los marcos de referencia científicos.

Como todos sabemos, en ecología se presupone un marco de referencia mucho mas amplio que el de la física o la química. Por consiguiente, una mera descripción física o química de los fenómenos no sería suficiente cuando estamos en un marco ecológico. Pero la ecología es el marco de referencia último. La evolución suministra un marco mucho mas amplio, especialmente cuando se incluye en ella la evolución cultural de la humanidad. Por lo tanto, nuestra noción de verdad debe estar relacionada con el marco de la evolución en sentido amplio, no con una descripción estática de las cosas dentro de la "teoría evolutiva" suministrada por la biología molecular, sino dentro de la evolución que despliega, desarrolla y produce formas emergentes absolutamente nuevas.

En última instancia, tiene sentido relacionar la noción de verdad con la escala cósmica, dentro de la cual se lleva a cabo la evolución. Sin embargo, aquí existe un problema: uno debería ser omnisciente para aprehender el lugar que ocupa el fenómeno particular de la evolución que se lleva a cabo en la escala cósmica. Por consiguiente, debemos tener suma cautela cuando manipulamos la verdad, pues ésta depende muchísimo de nuestra adecuada descripción del concepto de realidad. Quizás se acercaría más a la verdad decir que toda pretensión de verdad es una aproximación, porque hay sólo una verdad sobre todas las cosas. Tal conclusión no ha de ser confortable para aquellas mentes que están acostumbradas a las categorizaciones rígidas y a adscribir la verdad a los hechos particulares. Sabemos bien cuan restringido es el marco físico de la realidad, y cuán restringidas son sus "verdades". La escala cósmica es más difícil de aprehender, y mas difícil de vivir con día. Sin embargo, no es la interpretación difícil de las cosas lo que debe interesarnos sino su realidad última.

V- A la ecofilosofía le interesa la sabiduría: en contraposición con las filosofías actualmente existentes, que están dirigidas a la adquisición de información. No es difícil hablar sobre la sabiduría sin parecer pretencioso. ¿Qué es la sabiduría? Hasta el sabio queda indeciso al tratar de contestar esta pregunta. La sabiduría, en todo caso, es ejercitar el juicio, basándose en criterios cualitativos, y comúnmente en situaciones conflictivas. El juicio no puede cuantificarse, ni tampoco puede cuantificarse la compasión, que a menudo constituye parte del acto de juzgar. Entonces, la sabiduría es esencialmente incuantificable. Por eso es que tenemos tantos problemas con día en la sociedad cuantitativa. La sabiduría es un estorbo para la sociedad cuantitativa en la medida que desafía su propio ethos; pero al mismo tiempo, paradójicamente, es una cualidad altamente solicitada en cuanto se reconoce que el Hecho y la Medida pueden desgraciadamente transportamos demasiado lejos.

Ahora bien, la influencia de la actual sociedad montada sobre la cantidad, y la influencia de la actual educación, montada en las mismas ancas - una es imagen especular de la otra -, resulta tan penetrante que somos positivamente desalentados en el ejercicio de nuestro juicio, y somos estimulados a tomar decisiones "en base a los hechos". "Los hechos no opinan; los hechos no juzgan", se nos dice. Pero esta proposición implica una enorme falacia, porque los hechos sí juzgan de un modo artero; los hechos opinan. Obedecer a los hechos es obedecer a la teoría, y a la concepción del mundo a las que sirven esos hechos y a las que ejemplifican y articulan. Los hechos son entonces juicios autoritarios en defensa de la autoridad llamada el Paradigma Físico de la Realidad. No se puede escapar de los juicios-aun cuando aceptemos el juicio de los hechos.

La sabiduría consiste en poseer el conocimiento correcto. El conocimiento correcto debe estar basado en una apropiada comprensión de las jerarquías estructurales dentro de las cuales se anidan y se nutren los ciclos vitales y los ciclos humanos. E. F. Schumacher dice: "La sabiduría exige una orientación nueva de la ciencia y de la tecnología hacia lo orgánico, lo amable, lo no violento, lo elegante y lo hermoso". En última instancia la sabiduría debe estar relacionada con nuestra comprensión de la trama venerable y frágil de la vida. Sólo por esta razón debe acarrear compasión, pues la compasión, entendida correctamente, es uno de los atributos de nuestro conocimiento del mundo. Es una escuela manca aquella que no desarrolla la compasión y el juicio. Es una sociedad renga aquella que niega el juicio y la compasión, pues ambos son componentes esenciales para adquirir algunos rudimentos de sabiduría-sin la cual la vida es un barco sin timón.

VI- La ecofilosofía es consciente de lo ambiental y lo ecológico: (en tanto que la actual filosofía académica se olvida casi absolutamente de los problemas ecológicos y del medio ambiente). Por supuesto que esto es así por definición, pero sepamos que la ecofilosofía excede la cuestión del cuidado de nuestros recursos naturales. Ser ecológicamente consciente no sólo significa dar importancia e inventariar con sensatez los recursos existentes y abogar por medidas y leyes severas para que esos recursos duren más; también significa reverenciar la naturaleza y hacernos conscientes de que somos una extensión de la naturaleza lo mismo que la naturaleza una extensión de nosotros. Los valores humanos deben ser vistos como formando parte de un espectro más amplio en el que participa la naturaleza y que ésta co-define.

Tal vez se podría argumentar que es injusto, y hasta traído de los cabellos, acusar a la filosofía actual de que no se compromete con la ecología porque simplemente no se expide sobre la materia. Precisamente ésta es la cuestión: con su mudez participa de la conspiración de la indiferencia. Los crímenes de silencio son cargos que recaen especialmente sobre aquellos que debieran ser conscientes. Además, la filosofía contemporánea indirectamente filosófico avala el punto de vista de que es asuntos de especialistas, y que , por ende, las cuestiones que se vinculan con lo ambiental y ecológico tienen que dejarse en manos de los especialistas, de los economistas, los políticos, los ingenieros, los arquitectos, los gerentes. Toda filosofía digna de tal nombre debe advertir que nuestros puntos de vista acerca de la ecología y el medio ambiente están siempre preñados de consecuencias escatológicas, filosóficas y éticas.

VII- La ecofilosofía está alineada con la economía de la calidad de vida: Las filosofías académicas occidentales parecen estar desvinculadas de la economía, pero en realidad están alineadas con la economía del desarrollo material. Ellas funcionan dentro del marco que no sólo apoya, sino que en realidad origina, el ideal del desarrollo y el crecimiento material.

La primera premisa de la economía desarrollista es la idea de progreso material. No existe justificación para la economía del desarrollo en sí misma, sino que ésta recibe su raison d'etre al proclamar que está cumpliendo el deseo del progreso material. El ideal del progreso material es poderoso y él sí que se puede sostener sobre sus propios pies. Sin embargo, ese ideal comúnmente forma parte de una estructura mas amplia basada en la concepción secular del mundo y en la aceptación del empirismo, tanto en sentido epistemológico como ontológico. Por lo tanto, es a este nivel que debe verse la conexión entre la filosofía actual y la economía del desarrollo. Los filósofos actuales son empiristas o al menos están profundamente afectados por el empirismo. Ellos adhieren, de cabo a rabo, a la concepción secular del mundo, reconocen en el progreso material una medida válida del progreso ( y quizá ésta es su única definición de progreso), y por consiguiente apoyan evidente, aunque indirectamente, el modo de operar de la economía del desarrollo. La sencilla realidad es que el empirismo suministra y una justificación filosófica a la economía del progreso material.

La ecofilosofía cree que una economía que socava la calidad de vida embiste a la vida misma. Hazel Henderson, E. J. Mishan, E. F. Shumacher y otros han mostrado la fatuidad y la falta de sentido de la economía engranada con el crecimiento exclusivamente material.

Las fuerzas que determinan el destino de la sociedad, y de los individuos que viven en día, no pueden quedar fuera de las cabezas de los filósofos. Por esta razón, una comprensión de la economía en términos de sus relaciones con la naturaleza y en términos de su influencia en la sociedad contemporánea es ciertamente una empresa en que la filosofía debe estar comprometida.

VIII- La ecofilosofía tiene conciencia política: también tiene compromiso político, pero no del modo superficial que a menudo implica el andar abalanzándose de una acción en otra con poco resultado en definitiva. La ecofilosofía es política en el sentido aristotélico: el hombre es un animal político no porque suspira por el poder, sino porque sus acciones están preñadas de consecuencias políticas. En síntesis, nos manifestamos políticamente no tanto por el modo en que votamos como por el modo en que vivimos.

Tomemos un ejemplo específico y algo drástico. La población de los Estados Unidos produce mas de 360 millones de toneladas de basura por año, lo que equivale a 1,8 toneladas por año y por persona, o alrededor de 5kg por día. No hay ningún otro país que pueda siquiera aproximarse a esta hazaña. Para desembarazarse de esa montaña de basura (la que, según una estimación, alcanzaría a "llenar 5 millones de camiones con acoplados que, arrimados parachoques contra parachoques, darían dos veces la vuelta al mundo"), los contribuyentes americanos deben oblar 3.700 millones de dólares por año para su recolección y eliminación. Compárense estos datos con algunos otros gastos anuales: tránsito urbano- 130 millones; remodelaciones urbanas- 1.500 millones por año.

Mediante esta producción de basura se está tomando una evidente posición política. Si uno participa en esa producción, uno participa en la orgía del despilfarro, con todas sus consecuencias. Una de tales consecuencias es una peculiar polución mental el haber tomado al despilfarro como modo de vida. Ahora bien, para que Norteamérica pueda despilfarrar, otras naciones deben contribuir. ¿Y contribuyen en sus propios términos? No, las demás naciones contribuyen en los términos dictados por Norteamérica. ¿Por qué? Porque en este mundo tecnológico los proveedores suministran sus mercaderías en los términos fijados por los consumidores. ¿Y el resultado de esto? Demasiado a menudo se incrementan las injusticias y las desigualdades. La pésima condición del campesino boliviano o del trabajador de las plantaciones brasileñas-en verdad, las pésimas condiciones de la mayoría de los trabajadores manuales del Tercer Mundo-, está directamente vinculada con el modo que eligieron los países industriales (los consumidores) para conducir sus asuntos. La producción de basura es en última instancia un acto político mediante el cual afectamos (indirectamente) las vidas de los demás. La ecuación, ay, es simple: cuanto más basura producimos, mas adversamente afectamos a la otra gente que se halla en alrededor, podremos ver con claridad que se fraguan y mantienen estructuras y alianzas políticas (a veces con impredecibles y no siempre agradables consecuencias para las poblaciones locales) con el fin de que el petróleo y otros recursos naturales puedan circular hacia los países industrializados.

Ahora bien, desde el momento que la justicia constituye un tema filosófico clásico, uno tiene la esperanza que lo dejen (los demás filósofos) tratar el asunto de la basura, ya que éste es el estadio final del proceso que desde sus inicios exige, en este universo contingente, injusticias y desigualdades.

IX- La ecofilosofía está vitalmente comprometida con el bienestar de la sociedad: Ella mira a la sociedad como una entidad sui generis que posee vida propia. Por consiguiente, la sociedad no puede ser reducida a individuos (o considerada como la mera suma total de los individuos que la componen), ni puede ser comprendida a través de su "conducta exterior". La sociedad es el nexo y la cuna de aspiraciones y visiones que son ciertamente transindividuales. La sociedad es en última instancia uno de los modos del ser espiritual del hombre. La sociedad es por cierto muchas otras cosas también: un instrumento para transacciones comerciales, una bestia burocrática e insensible que frustra nuestra búsqueda del sentido. Pero en última instancia debemos representárnosla como un instrumento de perfectibilidad del hombre tanto como, en sentido metafísico, un modo del ser espiritual del hombre.

El contrato social por el cual estamos atados es cooperativo en su misma esencia; no es sino una confirmación de nuestra pertenencia al plan más amplio de cosas llamado cosmos. Es absolutamente evidente que una concepción del cosmos, y de la pobreza, que sea compasiva, simbiótica y cooperativa implica una concepción cooperativa a la sociedad, pues la sociedad es una de las células del cosmos en evolución.

La filosofía académica incluye entre sus componentes a la filosofía social. Pero dentro de sus miras se trata a la sociedad como si ésta fuese un insecto bajo el microscopio: todo es escrutinio analítico, con escaso interés por el bienestar de la sociedad. No es por accidente que el filósofo profesional tan frecuentemente contempla a la sociedad como a un agregado mecánico para manipularlo en términos de conducta observable y mediante leyes estadísticas. Con toda justificación podemos entonces decir que la filosofía actual no se interesa por la sociedad.

X- La ecofilosofía proclama la responsabilidad individual: Insiste en que, además de los derechos por los que luchamos, todos estamos también sujetos a deberes y obligaciones. Traigo a colación palabras de Solzhenitsyn: "La defensa de los derechos individuales ha llegado a tales extremos que la sociedad ha quedado indefensa contra las acciones de ciertos individuos. Es el momento, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos como las obligaciones humanas". Pero la ecofilosofía también advierte que debe restituirse la soberanía y la autonomía del individuo para que éste pueda ejercitar con sentidos sus derechos y sus responsabilidades.

El mundo del especialista es un mundo en el que muletas de todo tipo van tronchando nuestros miembros y demás órganos, incluyendo la mente; es un mundo en el que lentamente se va reemplazando nuestra voluntad y nuestra imaginación por inventos mecánicos; nuestra iniciativa por la computadora central. No hay duda que nuestra crisis es en parte la crisis de la confianza, crisis que está en proporción directa con la delegación de nuestros poderes al experto, al especialista, a la máquina. No hay duda que buena parte de la violencia proviene de nuestra frustración en la búsqueda de la responsabilidad y la iniciativa. Al ser incapaces de hacer cosas significativas por nosotros mismos, hallamos una salida para esta búsqueda frustrada a través de formas patológicas: violencia, destrucción, violación. (La violación es, a un nivel del análisis, un ejercicio de la iniciativa individual, un ascenso repentino del individuo adormecido por los tranquilizantes del sistema).

La ecofilosofía sugiere e insiste en que nosotros somos responsables por todo, incluyendo la posiblemente fantástica transformación del mundo hasta un grado que se acerque al punto Omega de Teilhard. La ecofilosofía es voluntarista, pero dentro de los limites del orden natural y de la comprensión compasiva del cosmos. Somos los nuevos Prometeos que tenemos el coraje de encender el fuego de nuestra imaginación de novo; pero también somos conscientes de todo lo que anda mal, y de la enorme responsabilidad que implica el traslado de la antorcha encendida.

XI- La ecofilosofía es tolerante con los fenómenos transfísicos: El intento de comprender el cosmos está enraizado tan hondamente en la naturaleza del hombre como su impulso de sobrevivir en términos físicos. El conocimiento por lo tanto es no sólo un instrumento de sobrevivencia, sino sobre todo la escalera por la que trepamos para alcanzar el ciclo. Vivimos inmersos continuamente en una multitud de tramas que expresan diferentes órdenes de ser que hechizan la complejidad de nuestras relaciones con el mundo. En esa multitud, la trama física es sólo una. Sin embargo, es esta trama particular la que se convirtió en el foco de nuestra atención y el objeto de nuestras investigaciones. Nos hemos obsesionado tanto con día que casi perdimos de vista todas las otras tramas, a pesar de que esas otras tramas están siempre presentes. Lo sabemos. Pero este "saber" tiene un sentido diferente al del saber oficial. Tenemos grandes dificultades para expresar, en lenguaje común, este sentido diferente del "saber" porque el lenguaje común ha sido monopolizado, e incluso pervertido, por la trama física.

La ecofilosofía pone fin a ese monopolio en la medida que exige una epistemología pluralista, una epistemología diseñada para investigar órdenes de ser y de conciencia que son tanto físicos como transfísicos. Trascender la física e ir más allí de su universo constituye el meollo de toda filosofía, pues el vocablo metafísica surge justamente del deseo de ir más allá de la física. A través de los milenios, una de las preocupaciones básicas de la filosofía ha sido intentar penetrar los órdenes de ser que están más allá de la física.

Si bien nuestra empresa es ontológica y cosmológica-en la medida que tratamos de determinar y cartografiar la heterogeneidad del universo y de nuestras relaciones con él-, nuestro problema, actualmente, es epistemológico, es decir, que pertenece a la teoría del conocimiento. Porque existe en epistemología un monopolio peculiar que tenemos que romper para poder hablar de otros órdenes de ser. Si no lo hacemos, nos quedaremos mudos ante los sostenedores de la epistemología actual, ya sean filósofos o científicos, quienes invariablemente nos preguntaran: ¿cómo puede justificar su afirmación, cuales su evidencia al respecto? Por "justificar" ellos entienden una justificación física, en "términos aceptados", dentro del marco de la epistemología empirista aceptada de cabo a rabo, marco que también está formado por los diversos tributarios de esa epistemología, las llamadas metodologías. De este modo, las "afirmaciones justificadas" nos retrotraen al universo empirista unidimensional. Por lo tanto, si hemos de lograr una epistemología pluralista, tenemos que romper con esos limites.

¿Se puede justificar la acupuntura? Sencillamente no se puede; o sea, si por justificación se entiende una explicación satisfactoria del fenómeno dentro del marco de referencia empirista actualmente aceptado. De igual modo, ¿cómo se puede justificar el reservorio de conocimiento biológico que todos poseemos, del que todos dependemos vitalmente, y al que todos indirectamente aludimos cuando nos referimos a nuestro instinto, habilidad, presciencia, premonición, intuición, sabiduría, compasión? ¿Se puede justificar la telepatía, la clarividencia y demás fenómenos paranormales? No, no se puede. Pero tampoco se pueden seguir descartando dichos fenómenos con una exclamación al estilo de "son todas patrañas".

Philip Toynbee escribe: "Uno de los aspectos más desalentadores de todo el asunto la investigación de los fenómenos paranormales es que-al menos durante los últimos 70 años de investigación seria, el establishment científico pataleó en un oscurantismo rencoroso y punitivo que constituye una verdadera actualización de la Inquisición".

La ecofilosofía señala el comienzo de una nueva epistemología: pluralista, basada en la vida, orientada hacia el cosmos, en contraposición en la epistemología actual que está basada en la materia y orientada hacia la máquina. Hay una cuestión a tener firmemente en cuenta: buena parte de la filosofía actual, especialmente la de orientación analítica, consiste en meras notas a pie de página de la epistemología empirista. Esta epistemología, recordemos, representa indirectamente a un universo restrictivo concebido a imagen de una máquina determinista. En consecuencia, no nos dejemos atrapar en la red de las estratagemas de la epistemología actual y sus diversas metodologías, con sus criterios de justificación, evidencia y validez, pues todo eso forma parte de una mafia cognitiva que actúa como guardaespaldas del monopolio del universo unidimensional-objetivo-físico. Por lo tanto, no me traten de impresionar con sus metodologías; ellas no son más que ornamentos grabados sobre una tumba; ellas no tienen nada que ver con la vida, ni con la epistemología de la vida. La ecofilosofía insiste en que, a largo plazo, debemos crear la epistemología de la vida. Hoy día, tenemos que limpiar de cascotes el terreno, y exponer las limitaciones de la filosofía contemporánea hasta el punto en que ella haya llegado a ser una herramienta respetuosa que perpetúa una concepción mutilada y mutilante del universo.

XII- La ecofilosofía atiende la salud: mientras que las principales escudas de la filosofía contemporánea se desentienden de la salud. Los seres humanos somos agregados de partículas físicas en movimiento, pero también somos candelabros luminosos que emanamos pensamientos, emociones, compasión. La ecofilosofía elimina el dualismo cartesiano de mente y materia y considera los diversos estados (u órdenes) de ser como partes del mismo espectro físico-mental-espiritual. La totalidad de la historia del universo es la de la materia adquiriendo sensibilidad no instante de la primera observación, el instante de la toma de conciencia, el instante de la toma de autoconciencia, el punto en que se accede a la espiritualidad. La razón misma es una forma de sensibilidad de la materia. Todo este espectro físico-mental-espiritual es responsabilidad nuestra; y conservar nuestra salud es nuestra responsabilidad. No somos máquinas que hay que reparar cuando se rompe o se gasta una pieza; somos campos de fuerza exquisitamente complejos. Sólo cuando partimos del supuesto de que el hombre y el medio ambiente están formados por campos de fuerzas en interacción empezamos realmente a comprender qué cuestión fascinante es conservar la salud humana, y qué milagroso es que las cosas estén en orden y que nosotros estemos en el estado de salud positiva. Mantener en continuo equilibrio este campo de fuerzas implica hallarse en contacto con la diversidad de fuerzas transfísicas que contribuyen al equilibrio. Estar en estado de salud positiva es estar en buenas relaciones con el cosmos. Esta afirmación puede parecer trivial o críptica, pero se nota que es simple sentido común ni bien uno piensa un poco.

El nuevo modo de pensar sobre la salud se ha deslizado incluso al corazón del establishment. El presidente de la Fundación Rockefeller, John Knowles, escribió en 1977 en Science: "Prevenir las enfermedades significa abandonar los malos hábitos disfrutados por mucha gente -sobrealimentación, exceso de bebidas; ingestión de pastillas, acostarse tarde, ejercer la promiscuidad sexual, conducir demasiado rápido, fumar- o, dicho de otra manera, significa hacer cosas que requieren esfuerzos: mejorar la alimentación, hacer ejercicios regularmente, ir al dentista, planificar los nacimientos, asegurar la armonía de la vida familiar, controles médicos periódicos. La idea de responsabilidad individual va contra la historia norteamericana, durante la cual la gente ha estado santificado constantemente la libertad individual al mismo tiempo que la iban eliminando cada vez más mediante el crecimiento del Estado benefactor... la idea de responsabilidad individual dio paso a la de derechos (o demandas) individuales, a ser garantizados por el gobierno y repartidos por - las instituciones públicas y privadas. El costo del exceso individual es ahora una responsabilidad nacional, ya no individual. Se justifica este proceder bajo el rótulo de la libertad individual, pero la libertad de unos con su salud es la atadura de otros con impuestos y cuotas médicas. Creo que la idea de un ''derecho'' a la salud debería reemplazarse por la obligación moral de preservar la propia salud."

Ahora bien, por qué hay que elevar a nivel de proposición filosófica este compromiso con la propia salud si ya en la escuela primaria a los chicos se les dice: "Cuiden su salud!". Según el encuadre de la ecofilosofía, cuidar la propia salud es ser responsable por el fragmento de universo que está junto a uno, expresando reverencia a la vida a través de uno mismo; es parte de una táctica de vida.

Un aspecto de nuestra responsabilidad respecto de nuestra propia salud, o tal vez incluso su requisito previo, es reconocer la santidad de la vida. La santidad de la vida no es algo que se pueda probar científicamente. Sin embargo, la santidad de la vida es una suposición acerca de la naturaleza de la vida, especialmente tal como es percibida, entendida y experimentada por los seres humanos. El reconocimiento de su santidad parece ser un prerrequisito para la preservación de una vida digna de ser vivida. Entonces, si yo experimento la vida como dotada de espiritualidad y santidad, ¿quién esos vos para descartar mi experiencia con los pocos datos empíricos que te engolosinan? No sirve de nada argumentar que "la ciencia no da ningún fundamento para suponer la santidad de la vida", pues en cierto sentido la ciencia no da nada. Es la gente, culta o inculta, explotadora o compasiva, quienes usan a la ciencia para fundamentar sus puntos de vista, sus opiniones y sus intenciones. Pero hay un problema aquí. Nuestra comprensión y nuestra percepción se verifican, se hacen válidas y adquieren sentido dentro de un marco conceptual. El marco conceptual basado en la ciencia parece excluir el reconocimiento de la santidad de la vida. Pero este marco conceptual es en sí mismo una forma de mitología. Cuando nosotros insistimos acerca de la santidad de la vida estamos operando evidentemente en otro marco conceptual. Todas las cosmovisiones están basadas, en última instancia, en mitologías. Quisiera explicar en pocas palabras por qué la ciencia y su marco conceptual constituyen formas de mitología.

Toda civilización está basada en una mitología. Estoy empleando el término "mitología" no para referirme a una fábula o a una fantasía sino más bien a un conjunto de premisas y creencias que forma la base de nuestra comprensión del mundo. Los griegos antiguos poseían su mitología plena de colorido. La Europa medieval poseía su mitología religiosa. Todas las llamadas sociedades primitivas poseían sus respectivas mitologías. A pesar de todo lo que se diga en contrario, la ciencia es una forma de mitología. Posee sus dogmas no escritos y no probados que son los presupuestos en que se basa la ciencia. Esta acepta nada críticamente y nada justificadamente una forma de vudú: el método científico. Adora determinados tipos de deidades: los hechos objetivos. Diviniza ciertos modos de conducta: la búsqueda de la objetividad. Sanciona una moral determinada: la neutralidad.

Como ocurre con las mitologías clásicas, todas estas partes están conectadas y dependen mutuamente. La neutralidad es un ingrediente moral necesario para hacer de la búsqueda de la objetividad un modo de conducta privilegiado, preferido y superior. La objetividad, a su vez es necesaria para elevar al grado de divinidad los "hechos objetivos". Divinizar los hechos objetivos sirve, a su vez, para justificar el método científico, el que así es concebido para permitimos explorar, y guardar como reliquias, aquellos mismos tipos de hechos. Los hechos objetivos y el método científico, a su vez, son necesarios para "justificar" los presupuestos de la ciencia, pues dichos presupuestos son concebidos de modo tal que sólo nos revelan lo que el método científico permite, que es lo que está contenido en la noción de "hechos físicos". La estructura de la mitología científica no es menos compleja que la estructura de las mitologías tradicionales.

No estoy ridiculizando ni tratando de disminuir la importancia de la ciencia. Las mitologías son terriblemente importantes en la vida de las sociedades y de las civilizaciones. Nosotros no podemos percibir fácilmente que la ciencia es una forma de mitología porque la ciencia es el filtro o el telescopio a través del cual miramos el mundo. Cuando lo usamos, percibimos lo que él revela; pero muy raramente lo que él es. Además, meterse con la ciencia y su mitología implica meterse con toda la realidad que la ciencia construyó para nosotros. Somos remisos a metemos con nuestra perspectiva básica de la "realidad" porque esto podría crear un desafío demasiado grande a nuestra identidad, la que está parcialmente formada por nuestra perspectiva científica del mundo. Nos adherimos tenazmente a la mitología de la ciencia porque gran parte de día nos fue embutida en las cabezas desde la escuda, cuando éramos aún tiernitos, poco críticos. No podremos desafiarla con éxito ni liberamos de día basta que logremos desarrollar una mitología alternativa. La necesidad imperiosa de nuestra época consiste en crear una cosmovisión alternativa o una mitología alternativa. La ecofilosofía se ofrece como posible candidata.

En síntesis, debemos tener en claro que el primer diagrama no es un catálogo de las virtudes de la ecofilosofía aquí propuesta, sino una representación gráfica de la creencia fundamental de que, hasta y salvo que adquiramos un esquema conceptual (llámalo filosofía, si quieres) que sea suficientemente comprehensivo y abarcador, no podremos acomodar ni articular la diversidad de nuevas relaciones que son necesarias para la cosmovisión ecológicamente sana y humanamente armoniosa; o sea, para las nuevas tácticas de vida.

También queremos hacer notar las conexiones esenciales entre los dos respectivos diagramas. Constituyen dos paradigmas conectados pero incompatibles. A medida que vamos girando alrededor de los componentes particulares de cada diagrama, es posible notar que cada componente determina de un modo sutil el siguiente, y que éste queda sutilmente determinado por el que lo antecede. La filosofía actual no puede servir más que a los que están espiritualmente muertos, pues su universo está muerto: materia inanimada, hechos físicos, relaciones lógicas objetivas. Por esta razón, al tener a su disposición los conceptos que son específicos de ese universo muerto, no puede servir más que a los socialmente no comprometidos, ya que el compromiso social no es una categoría objetiva. No puede servir más que a los políticamente indiferentes, pues la política es algo demasiado grande para sus alcances. No puede servir más que a los que no se pronuncian ante la responsabilidad individual, pues la idea de responsabilidad excede su alcance y su jurisdicción. No puede servir más que a los que buscan información, pues la información consiste en aquellos pedacitos que encajan perfectamente en sus requerimientos, mientras que la sabiduría no. No puede servir más que a los que olvidan lo ambiental y ecológico, pues su premisa oculta es que el medio ambiente ha de ser dominado por el hombre y explotado en su solo beneficio. No puede servir más que de sustento, si bien sólo indirectamente, a la persecución del progreso material. No puede servir más que a los que se desentienden de la salud pues, según su óptica, la salud únicamente se consigue visitando el coto de los especialistas médicos. No puede servir más que a los intolerantes, e incluso hostiles, respecto de los fenómenos transfísicos ya que éstos violan el universo de su discurso, que toman como válido e inmutable. Detrás de la mutilante estrechez de la filosofía actual yace la gran sombra del empirismo lógico (con su concepción de los seudoproblemas), el que fue usado como un machete para eliminar del campo de la filosofía los problemas más significativos y vitales.

Ahora bien, si partimos de una premisa cardinal diferente, por ejemplo que la filosofía está orientada hacia la vida y que su misión es el mejoramiento de la vida, entonces de allí se desprenden todas las demás características del diagrama y de la ecofilosofía. Esta nueva filosofía debe estar espiritualmente viva para comprender al ser humano, mi agente espiritual. Debe interesarse por la sabiduría, pues el hombre no vive únicamente de Hechos Físicos. Debe estar ecológicamente comprometida y sustentar la economía de la calidad de vida. En lugar de repetir las principales características del mandala de la ecofilosofía quisiera subraver algunas de sus principales conclusiones .La objetividad no existe en la naturaleza. ("Si la naturaleza hubiese querido que fuésemos especialistas, nos hubiese equipado con un microscopio en un ojo y un telescopio en el otro"). La sabiduría es esencialmente incuantificable. La vida no basada en criterios cualitativos carece de significado. Nos manifestamos políticamente no tanto por el modo en que votamos como por el modo en que vivimos. La sociedad es uno de los modos del ser espiritual del hombre. ("Es el momento, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos como las obligaciones humanas"). La epistemología pluralista es tolerante con los fenómenos transfísicos y admite una diversidad de modos de ser. ("La idea de un derecho a la salud debería reemplazarse por la obligación moral de preservar la propia salud").

Este es entonces uno de los mensajes esenciales de la ecofilosofía: podemos atacar todos los elementos de nuestra vida social, individual, espiritual, ecológica y política no separadamente sino atacando a todos ellos a la vez. Más aún, si no los atacamos a todos, ninguno será atacado. Esta es al menos un explicación parcial de por qué muchos excelentes programas alternativos (como el Movimiento Ecológico) me dan la impresión de haber fallado. Sus ópticas eran demasiado limitadas. Ellos la emprendieron sólo con un sector de nuestro mandala y consideraron a ese sector como el todo.

La ecofilosofía es un capitulo más en nuestro diálogo continuo con el universo siempre en transformación. Al transformarnos a nosotros mismos y nuestras relaciones con él, estamos transformando y co-creando el universo. Más allá del trance letárgico de la inercia tecnológica, estamos emergiendo con una conciencia realzada de nuestro destino, que consiste en construir un mundo responsable asumiendo nuestra propia responsabilidad, la cual consiste en imbuir al mundo de sentido y compasión, lo que consiste a su vez en continuar la historia inacabada de Prometeo: la historia del desarrollo humano, de la cual son ejemplos luminosos e inspiradores los grandes sistemas de la filosofía pasada.


Platón y Pitagoras











Academia

Después de viajar por Egipto, Italia y Sicilia, Platón vuelve a Atenas en el año 387 a. C. y funda en esta ciudad uno de los centros educativos y de investigación más importantes de la Antigüedad: la Academia. Recibe este nombre por estar situada en un lugar cercano a los jardines dedicados al héroe Academos, en los alrededores de Atenas. En esta escuela se enseñaba música, astronomía, matemáticas (en el frontispicio del centro estaba escrito el lema "nadie entre aquí que no sepa geometría") y, como culminación de los estudios, filosofía.

Se suelen distinguir cuatro períodos en la Academia:

1. la Academia Antigua: sigue las doctrinas de Platón pero termina acentuando las ideas pitagóricas y matematizantes que se encuentran en sus últimos escritos;

2. la Academia Media: exagerando la critica platónica al conocimiento sensible y generalizando dicha crítica a todo tipo de conocimiento acabó defendiendo puntos de vista claramente escépticos;

3. la Academia Nueva: escepticismo moderado, probabilismo;

4. la Academia Novísima: dogmatismo moderado y eclecticismo.

En el año 529 d. C. el emperador Justiniano y en nombre de la defensa del cristianismo cierra la Academia (y el resto de escuelas filosóficas atenienses), prohibiendo la enseñanza de la filosofía y confiscando sus bienes.










—Los filósofos, al ver que su alma está verdaderamente ligada y pegada al cuerpo, y forzada a considerar los objetos por medio del cuerpo, como a través de una prisión oscura, y no por sí misma, conocen perfectamente que la fuerza de este lazo corporal consiste en las pasiones, que hacen que el alma misma encadenada contribuya a apretar la ligadura. Conocen también que la filosofía, al apoderarse del alma en tal estado, la consuela dulcemente e intenta desligarla, haciéndola ver que los ojos del cuerpo sufren numerosas ilusiones, lo mismo que los oídos y que todos los demás sentidos; la advierte que no debe hacer de ellos otro uso que aquel a que obliga la necesidad, y la aconseja que se encierre y se recoja en sí misma; que no crea en otro testimonio que en el suyo propio, después de haber examinado dentro de sí misma lo que cada cosa es en su esencia; debiendo estar bien persuadida de que cuanto examine por medio de otra cosa, como muda con el intermedio mismo, no tiene nada de verdadero. Ahora bien; lo que ella examina por los sentidos es sensible y visible; y lo que ve por sí misma es invisible e inteligible. El alma del verdadero filósofo, persuadida de que no debe oponerse a su libertad, renuncia, en cuanto le es posible, a los placeres, a los deseos, a las tristezas, a los temores, porque sabe que, después de los grandes placeres, de los grandes temores, de las extremas tristezas y de los extremos deseos, no sólo se experimentan los males sensibles, que todo el mundo conoce, como las enfermedades o la pérdida de bienes, sino el más grande y el íntimo de todos los males, tanto más grande, cuanto que no se deja sentir. Platón, Fedón, 82e-83b Historiador descifra el “Código de Platón”… No, no fue Robert Langdon Un historiador de la Universidad de Manchester asegura haber descifrado los mensajes secretos escondidos en los antiguos escritos del filósofo Platón. El Dr. Jay Kennedy de la Universidad de Manchester ha puesto de manifiesto que el legendario filósofo griego Platón utilizó un patrón regular de los símbolos para dar a sus obras una estructura musical. Trabajando en los manuscritos originales, observó que Platón utilizó un patrón regular de símbolos, influido por las matemáticas pitagóricas, para dar sus libros una estructura oculta. Descubrió que había una clave musical con escalas musicales en griego y luego construyó capas de significados ocultos debajo de eso. Algo que no sería extraño, considerando que Platón y los griegos creían que la música era la clave de las matemáticas y el cosmos. Kennedy dice que desenvolvió el rompecabezas platónico con esticometría, midiendo el número de líneas en el texto original. Uso un programa de computadora para crear las versiones contemporáneas más exactas de los manuscritos de Platón en su forma original, que habría consistido en líneas de 35 caracteres griegos, sin espacios ni puntuación. Entonces descubrió que los textos restaurados seguían un patrón curioso, contenían longitudes de línea basados en múltiplos de 12. Por ejemplo, ”La Apología” tiene 1.200 líneas, “El Simposio” cuenta con 2.400 y “La República” cuenta con 12.000. Sostiene que esto no es casual y cree que Platón estaba organizando sus textos de acuerdo la escala musical griega de 12 notas (atribuida a Pitágoras). Así que después de dividir los textos en segmentos de 12 palabras, encontró coincidencias con el espaciado de las notas musicales – que se traduce en sonidos de alegría, armonía, tristeza y caos. “Hay más de dos mil páginas sin descifrar y contienen información relevante sobre la relación entre la naturaleza, la ciencia y la religión (…) Platón decía que el asombro y belleza que sentimos en la naturaleza, muestran su divinidad; descubrir su orden científico nos acerca más a Dios”, dijo Kennedy. Las obras de Platón despeñan un papel importante en la fundación de la cultura occidental, pero este nuevo descubrimiento podría desentrañar la filosofía oculta de Platón.












BIOGRAFÍA DE PITÁGORAS
Pitágoras (c. 582-c. 500 a.C.), filósofo y matemático griego, cuyas doctrinas influyeron mucho en Platón. Nacido en la isla de Samos, Pitágoras fue instruido en las enseñanzas de los primeros filósofos jonios Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. Se dice que Pitágoras había sido condenado a exiliarse de Samos por su aversión a la tiranía de Polícrates. Hacia el 530 a.C. se instaló en Crotona, una colonia griega al sur de Italia, donde fundó un movimiento con propósitos religiosos, políticos y filosóficos, conocido como pitagorismo. La filosofía de Pitágoras se conoce sólo a través de la obra de sus discípulos.
Teoría de los números Entre las amplias investigaciones matemáticas realizadas por los pitagóricos se encuentran sus estudios de los números pares e impares y de los números primos y de los cuadrados, esenciales en la teoría de los números. Desde este punto de vista aritmético, cultivaron el concepto de número, que llegó a ser para ellos el principio crucial de toda proporción, orden y armonía en el universo. A través de estos estudios, establecieron una base científica para las matemáticas. En geometría el gran descubrimiento de la escuela fue el teorema de la hipotenusa, conocido como teorema de Pitágoras, que establece que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados. Astronomía La astronomía de los pitagóricos marcó un importante avance en el pensamiento científico clásico, ya que fueron los primeros en considerar la tierra como un globo que gira junto a otros planetas alrededor de un fuego central. Explicaron el orden armonioso de todas las cosas como cuerpos moviéndose de acuerdo a un esquema numérico, en una esfera de la realidad sencilla y omnicomprensiva. Como los pitagóricos pensaban que los cuerpos celestes estaban separados unos de otros por intervalos correspondientes a longitudes de cuerdas armónicas, mantenían que el movimiento de las esferas da origen a un sonido musical, la llamada armonía de las esferas.



Nombre:
Ricardo Diaz
Asignatura:
Electronica del Estado Solido
Fuentes:
http://www.e-torredebabel.com/
http://es.wikipedia.org/wiki/Pitag%C3%B3ricos

http://www.monografias.com/trabajos7/filo/filo.shtml#pitagoras
http://orospeda.es
http://elmistico-edgar.blogspot.com
http://rsamper.wordpress.com/2010/05/
Blog:
http://lithiumees.blogspot.com

Socrates y Los Sofistas

Con el diagrama “Sócrates y los sofistas” inicia el recuento de la Historia de la Filosofía, a través de una serie de diez y siete diagramas, que nos permitirán visualizar una síntesis de aspectos relevantes de las épocas y sus filósofos




La filosofía en esquema





SÓCRATES Vs LOS SOFISTAS. La Atenas del s.V a.C. era una democracia radical, restringida pero directa. Los ciudadanos adultos y varones -excluidos los niños, mujeres y esclavos- no sólo tenían el derecho a hablar en la asamblea, sino que era para ellos un deber: discutir, escuchar y decidir. Incluso, ante los jueces en caso de ser juzgados, debían defenderse por sí mismos, jamás por boca de otros. El dominio de la palabra constituía la mejor garantía para vivir en comunidad, para defender derechos propios y ajenos, y para dirigir el destino de la polis convenciendo a los demás ciudadanos de tomar determinadas decisiones. Los Sofistas eran profesionales que cobraban por sus enseñanzas, de índole práctica, como el enseñar a hablar en público y a persuadir (retórica). En su mayoría extranjeros, excluidos del derecho de ciudadanía, no podían hablar en la asamblea, pero lo harán por boca de sus alumnos, para quienes el triunfo social es la máxima aspiración. Un éxito que es sinónimo de virtud y que se adquiere a través del "Eu legein", del buen discurso. Asistimos así al nacimiento del "logos" entendido como poder, el lenguaje es poder y saber hablar bien el medio de alcanzar el poder o destacar entre los ciudadanos. Sócrates se ocupó de los mismos temas que los sofístas pero desde una concepción del mundo radicalmente distinta. Para el primero, la verdadera sabiduría consiste en remontarse desde las cosas bellas, buenas, justas, hasta la belleza, la bondad y la justicia, es decir, en llegar a la esencia de esas cosas, a la definición universal. Saber equivale a ser bueno, ya que la nitidez intelectual coincide con la rectitud ética (intelectualismo socrático) conocimiento y virtud se identifican. De ahí que insista Sócrates frente a los sofistas en que la virtud es la perfección del espíritu hasta el máximo, y no el logro de honores, de dinero o de poder. Lo cierto es que todos los diálogos socráticos de Platón son aporéticos (no llegan a ninguna conclusión). De ahí que la única conclusión válida a la que suele llegar Sócrates en sus conversaciones, sea al rechazo de las opiniones admitidas sin previo análisis y al reconocimiento de la ignorancia de todos los interlocutores; sobre todo, en cuanto a lo que es, en definitiva, la virtud sometida a examen, que al no verse resuelta plenamente, provoca la incitación socrática a comprometerse en proseguir la búsqueda sin cesar. Es sabio quien conoce lo que es la virtud, pero en eso consiste también ser virtuoso. Si para Sócrates no puede hacerse el mal sino por ignorancia, tampoco es posible que un ignorante haga el bien, puesto que saber y virtud se identifican. Para ser exactos diremos que también Sócrates y los sofistas se interesaron, en cierto modo, por la relación entre lo eterno y los permanente, por un lado, y lo que fluye, por el otro. Lo que ocurre es que se interesaron por éstas cuestiones en lo que se refiere a la moral de los seres humanos y a los ideales o virtudes de la ciudad. Hay un recelo socrático (y también platónico) ante los sofistas cosmopolitas y desarraigados que degeneran la paideia (educación) al ponerla a la altura de los nuevos tiempos, la de la hegemonía comercial de la Atenas de Perícles. Al mismo tiempo, es claramente perceptible la franca admiración socrática por los más eminentes sofístas, como es el caso de Protágoras e incluso se sabe que en alguna ocasión llegó a pagar por las lecciones del ya no tan admirado Pródico; junto al sumo desprecio de Platón por la mayoría de dichos enseñantes ambulantes. En el proceso de Sócrates se juzgó y condenó, por impiedad y corromper a los jóvenes, a un hombre concreto. Pero se le condenó, porque se creyó ver en él, equivocadamente, una figura representativa de la sofística. Se juzgó y condenó en su persona a aquellos personajes que ponían en duda la existencia de los dioses, cuestionaban la autoridad de los padres y relativizaban los más firmes principios sobre los que se asentaba la sociedad. En su defensa, el Sócrates platónico comenzará rechazando las acusaciones que le hace, no ya el tribunal, sino la sociedad ateniense, falsa opinión de la gente de Atenas reflejada por boca del comediógrafo Aristófanes en su obra -Las Nubes-. Estas acusaciones de la sociedad son las que se le harían a un sofista, la de hacer más fuerte el argumento más débil y enseñar esto a los jóvenes (Apol.17a-20a). El mismo Protágoras tuvo que sufrir también un proceso por impiedad, al igual que, dos generaciones más adelante, el propio Aristóteles, quien huyó de Atenas “para no dar a los atenienses ocasión de atentar por segunda vez contra la filosofía”. Pese a que la crítica de la tradición estaba bastante aceptada socialmente, en contadas ocasiones, la osadía de los pensadores rebasaría los límites de lo permisible y provocaría una reacción que, generalmente, exceptuando el caso de Sócrates, se saldaría con la huida del encausado hacia otros territorios hasta que la irritación suscitada contra él se fuese apagando. Las contadas acusaciones de impiedad escondían en realidad recelos políticos, como las acusaciones a Anaxágoras y Aspasía, al amigo y a la compañera de Pericles, el gobernante demócrata, como un medio de sus rivales aristócratas de dañar al oponente político perjudicando a sus allegados. El caso de Sócrates fue el inverso, algunos de sus discípulos (como Cármides, Crítias y Alcibíades) formaron parte del partido oligárquico y dañaron notablemente a la democracia y a sus partidarios, de manera que el proceso de Sócrates tenía un transfondo político, se quería perjudicar al pensador a causa de los males que habían provocado algunos de sus díscolos y desobedientes discípulos a los partidarios de la democracia. Al juzgar a Sócrates, era difícil que se consiguiera la culpabilidad y más aún la pena de muerte, pero para salvar ambas cosas tenía que humillarse y echar a perder la imagen de rectitud moral cuyo ejemplo era su propia vida. Según el sistema judicial ateniense, para salvarse tendría que haber reconocido su culpabilidad y haber propuesto una pena contra sí mismo, (como por ejemplo el destierro). Lógicamente esto no iba a suceder y, por tanto, no quedaba al tribunal otro camino que condenar al acusado de acuerdo con la propuesta del acusador. La muerte 1 de Sócrates quedaría, de este modo, como ejemplo imperecedero, de la necesidad moral para el hombre de defender sus convicciones más que su vida. En el diálogo platónico Critón se le presenta a Sócrates la posibilidad, verosimil históricamente, de que escape de la prisión y salve su vida ya condenada. Pero el filósofo se niega, diciéndole a Critón que “no hay que considerar lo más importante el vivir, sino el vivir bien” (Crit.48b). Prefiere sufrir la injusticia a cometerla y se muestra contrario a la Ley del Talión, al Código de Dracón que imperaba antes de Solón, no aceptando que se cometa injusticia en ningún caso, ni siquiera hacia el que la comete con nosotros. Los atenienses condenan a Sócrates injustamente, pero él no puede responder de la misma manera, huyendo y siendo injusto con ellos y con sus leyes, sino acatándolas. La ciudad se asienta sobre sus leyes y éstas deben ser acatadas aunque sean injustas, porque su violación supone la destrucción de la ciudad (Crit.50a-d). Sócrates no se preocupó nunca de los asuntos políticos, ni familiares, ni de acumular riquezas, sino que ha pasó su vida “intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible” (Apol.36c). De ese modo pensaba haber alargado su vida, pues considera que el hombre honesto dedicado a la política vive poco tiempo (Apol.31b-32a). Su actividad era indirectamente política, como la de los sofistas, en la medida en que se llevaba a cabo a través de la enseñanza de cada ciudadano (polités) en la ciudad (polis).
LA ENSEÑANZA Y LA IRONÍA SOCRÁTICAS. La insistencia de Sócrates en ser considerado como un buscador de la verdad, en lugar de como un representante de la sabiduría, en oposición a los sofistas, marca un apartamiento de esa tradición en que el sabio aparecía como un didáskalos tês aretês (maestro de la virtud), como un maestro de excelencia, al decir de Protágoras. El rechazo de la opinión general, la doxa (opinión), como criterio de referencia valorativa hace que Sócrates se sitúe como un individuo marginal, un tipo a menudo paradójico, respecto a sus conciudadanos, dentro o fuera de la ciudad. Pero que no renuncia a desempeñar su papel de guía de la comunidad hacia el objetivo general: una existencia justa y feliz.Sócrates no se dedica a enseñar, sino a dialogar, porque reconoce a todo el mundo que él lo único que sabe es que no sabe nada. Su método de enseñanza es procurar y ayudar al discípulo a que desarrolle sus propias ideas, en lugar de inculcar una doctrina prestablecida. Si confrontamos la frecuente manifestación socrática de ignorancia con la declaración del oráculo de Delfos consultado por Querefonte, que lo tenía por el hombre más sabio de Grecia (Apol.20e), podemos atribuir su constante aseveración de ignorancia, no sólo a una gran humildad, sino al ejercicio de otro de los elementos fundamentales de su método dialéctico: la ironía, junto a la convicción de que no se puede ser sabio sino a lo sumo amar (buscar) la sabiduría. Sócrates no se tiene por sabio (sophós) sino por amante del saber (filo-sofos). Ironiza al proclamar que no sabe y que quiere que los demás le enseñen y de esta forma dialoga con muchos hombres (entre ellos numerosos sofistas y alumnos de sofistas) llevándoles de aporía en aporía y obligándoles a reconocer que en realidad no saben aquello que pretenden enseñar, y que aún están lejos de la sabiduría que creían poseer (Apol.21c-d). El dios délfico Apolo le plantea un enigma a Sócrates al llamarle sabio y éste parte en busca de un sabio que refute al oraculo, pero ni entre los políticos ni entre los poetas, ni tampoco entre los artesanos encuentra un solo sabio. Con lo que termina interpretando el oraculo como un aviso de que el hombre sabio es el que conoce su ignorancia (Apol.23b) y como la tarea o mandamiento divino el de desenmascarar a los que se creen sabios sin serlo. De este modo, resulta que Sócrates es en realidad el más sabio, porque mientras los sofistas se creen sabios y no lo son, él es consciente de su ignorancia: “al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé, tampoco creo saberlo” (Apol.21d). Del hecho de que Sócrates haya hablado (según nos cuenta Platón) de que su labor filosófica era unamisión divina y que existía un daimón (genio personal, personificación mítica del carácter íntimo y último de cada cual) que le prohibía vivir y actuar como los demás, algunos investigadores religiosos han interpretado la vida y obra de Sócrates como la de un profeta místico y piadoso, comparándolo conJesús de Nazaret. Fórmula interpretativa que no encaja con el resto de los elementos de su vida y pensamiento. Por eso los investigadores no-religiosos, que tienden a procurar no cristianizar a Sócrates, consideran las menciones socráticas acerca de su misión divina y acerca de su daimón como expresiones propias de su ironía y de su irritante método de indagación y refutación. El diálogo socrático al igual que el platónico discurre a través del preguntar. Sócrates asedia a sus interlocutores a preguntas, de ahí que se ganase el mote o sobrenombre de “el tábano”; en lugar de dar certeras respuestas, invita a sus codialogantes a pensar con él. Cuando con Sócrates se reunen las gentes a dialogar no hay maestro y alumnos sino que todos se sirven de los demás e intentan alumbrar la verdad, o al menos, avanzar en su dirección. El hombre más sabio de Grecia dice no saber y con ello afirma que el reconocimiento de la ignorancia es el primer paso que debe dar el amante del saber. Precisamente por eso, es el hombre más sabio y al mismo tiempo, puede decir que no sabe nada. La forma de abordar a los atenienses que tenía Sócrates no debía de dejar de causar desagrado. Su formula de interpelación era la siguiente: “Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiosa en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?” (Apol.29d-e). La primera preocupación era la que venían a cubrir los sofistas (areté-excelencia, para los sofistas), mientras que para Sócrates constituye una preocupación secundaria, siendo primaria la perfección del alma (areté-excelencia, para Sócrates), entendida como la capacidad de hacerse intelectual-moralmente mejor del ser humano: “No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos” (Apol.30b). Estamos ante el primer intelectual de la historia universal, si por intelectual entendemos -aquél hombre que tiene por oficio el aprender-. De él nos diría Cicerón que “hizo que la filosofía bajara del cielo a la tierra, y la dejó morar en las ciudades y la introdujo en las casas, obligando a los seres humanos a pensar en la vida, en las costumbres, en el bien y en el mal”. No se detuvo en las reflexiones de sus predecesores los filósofos de la naturaleza, sino que, como los sofístas, aunque de manera muy diferente, se preocupó ante todo por el ser humano y procuró inculcar ésta actitud entre los ciudadanos de Atenas. LA MAYEUTICA Y LA DIALÉCTICA SOCRÁTICAS. Para encontrar la verdad, que anida dentro de todo hombre, hay que ayudar, no enseñar. Ayudar mediante la dialéctica, o el método de las preguntas y respuestas, por medio de las que el hombre que no sabe “da a luz” (mayéutica) la verdad. Por eso dirá Sócrates que su labor es la de una partera del conocimiento: “¿No sabeís que mi oficio es ser comadrón (mayeutikós), como el de mi madre?” (Teeteto), y demostrará que el esclavo sabe geometría (Menón); aunque no se haya dado cuenta hasta su encuentro con Sócrates de la posesión de este saber, recuperado con su ayuda. Precisamente el antagonismo entre Sócrates y los sofistas constituyó el principio de la evolución de este término hasta su connotación peyorativa, que perdura aún hoy en día. En Homero una sophía(sabiduría) denota una habilidad o destreza de cualquier género. La palabra sophistés (sofista, sabio) les fue aplicada tanto a los Siete Sabios de Grecia como a los filósofos presocráticos. Volvería a tener un sentido honorable o distinguido aplicado a los profesores de retórica griega y filosofía en el Imperio Romano. Pero de nuevo caería bajo la crítica y en el 161 a.C. los profesores de retórica serían expulsados de Roma. En el Diálogo El Sofista, Platón perseguirá delimitar a ese personaje característico de su tiempo encontrando siete definiciones para el mismo: 1) cazador por salario, de jóvenes adinerados (222a-223b); 2) mercader de los conocimientos del alma (223b-224d); 3) comerciante al por menor de conocimientos (224d); 4) fabricante o productor y comerciante de conocimientos (224e); 5) discutidor profesional (225a-226a); 6) y purificador del alma (226a-231c); 7) sabio aparente, mago e ilusionista que hechiza con imagenes (232a-237b).

Así, dentro de este grupo de definiciones despectivas de , que desentrañan la polisemia de tal término, Sócrates quedará enmarcado en el sexto tipo, como un caso particular dentro de la variedad de personajes a los que se alude con dicha denominación: “EXTR: ¿Y no prometen también producir cuestionadores de las leyes y de todo cuanto tiene que ver con la política?. TEET: Nadie hablaría con ellos, por así decir, si no prometieran eso” (Sof.232c-d).

En el s.V a.C., en pleno desarrollo de la democracia ateniense, aparecen los sofístas, maestros ambulantes, forasteros en todas las polis, sabios que venden su saber. Enseñan, cobrando a los jóvenes pudientes saberes prácticos, descartando, como secundarias, las abstractas discusiones presocráticas sobre la Física (Cosmología) para introducir nuevos problemas: antropología, lingüística, derecho, política. Critican las costumbres, la religión, las instituciones, e introducen en la ciudad el relativismo, al enseñar el discurso doble, o sea: saber discutir el Si y el No de una misma cuestión.

En este punto las lecciones de Hegel sobre los sofistas son esclarecedoras: “Por el camino de estos razonamientos se puede ir muy lejos (a menos que se tropiece con la falta de cultura, pero los sofístas eran personas cultísimas), puesto que, si lo importante son las razones, por medio de razones puede probarse todo, pues para todo cabe encontrar razones en pro y en contra; sin embargo, estas razones no pueden nada en contra de lo general, del concepto. En esto consiste, pues, según se trata de hacer ver, el crimen de los sofistas: en que enseñan a deducirlo todo, cuanto se quiera, lo mismo para los otros que para sí; pero esto no depende de la característica propia de los sofistas, sino de la del razonamiento reflexivo 2 ”.


SÓCRATES Y LOS SOFISTAS:Modos de vida distintos

Jenofonte [Ver Recuerdos I,6] nos presenta la radical oposición entre el modo de vida sofista y socrática.
Sócrates -le dijo un día Antifón-, yo creía que la filosofía hacía feliz, así que lo que tú practicas, más me parece lo contrario. Comes y bebes mal y tienes un mismo y miserable manto para el verano y para el invierno. No vives elegante y libremente, y lo que yo creo que eres es maestro de mala suerte.
El maestro se dió cuenta del reto y contestó:
Tú crees que yo vivo mal, pero fíjate: como no cobro dinero, hago lo que me parece sin que nadie me pueda exigir ni obligar, y como me conformo con poco, no necesito más. Mi salsa es el hambre, lo que da sabor al agua que bebo es mi sed. Porque tú ingenuamente crees que la molicie y lo caro es la felicidad, mientras que yo ya sé que lo divino es no necesitar nada. Yo no quiero necesitar nada.
De nuevo Antifón se atrevió a desafiar al maestro:
Admito que eres justo, pero lo que no eres es sabio. Regalas tu enseñanza y no la aprecias en su valor, y como no estimas en nada lo que te podría valer dinero, pues no eres nada sabio.
Sócrates contesta que es habil abogado:
Yo creo que la sabiduría y la flor de la edad son por el estilo: si llamamos prostituido a quien vende la flor de su edad, habrá que llamárselo tambien a quien vende la de su sabiduría. Y la gente les llama a los tales algo así: sofistas. Yo no quiero dinero - dice el maestro en un alarde de dialéctica sofística (porque lo sofístico para Sócrates es el manejar tal dialéctica por dinero, no en sí mismas estas argucias que los modernos llamamos sofísticas) - sino amigos, y con dar mi ciencia gano amigos, con lo que no pierdo nada.
El tema de la contraposición entre la codicia de los sofistas y el desinterés de Sócrates, que regala su ciencia (porque ya hemos visto que Sócrates no la consideraba suya, sino que la creía tan existente y tan real, tan estando ahí fuera, que le parecía que no tenía derecho a considerarla como de su propiedad particualar), es uno de los puntos en que los discípulos insisten para salvar la memoria de Sócrates. Era un argumento que estaba al alcance de cualquiera y que explicaba bien palpablemente la diferencia entre Sócrates y los sofistas. Ganar dinero era un tosco símbolo de la ciencia entendida pragmaticamente, como medio de lucrarse al momento, mientras que el saber por sí mismo, el saber como satisfacción delapetito de saber , es decir, como felicidad, era el fín único que Sócrates buscaba.